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El cambio es Hoy. «Fango» de José Celestino Campusano

FANGO 2

Fango. José Celestino Campusano. Argentina. Formato DCP. 106min. 2012.

El cambio es Hoy

Por Leonardo Zito

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Recientemente se desencadenó en Buenos Aires y alrededores una tormenta. Muy breve pero de enorme potencia. Esto generó, como suele suceder, una serie de consecuencias. Árboles derribados, imprevistos, destrozos, demoras de todo tipo y, claro, extensos cortes de luz. Esto me llevó a pensar una situación ideal hipotética, un tanto sci-fi, donde de repente, en un instante y de modo inexplicable, se cortara la electricidad para siempre. Todas las comodidades y tecnologías desarrolladas por el hombre dejarían de existir. Computadoras, teléfonos celulares, televisores, todo, absolutamente todo artefacto eléctrico o electrodoméstico, chau, no sirve más, termina de confirmarse ahora como eterna chatarra plástica. Pensemos esa situación ideal por un segundo. El humano se ve amenazado nuevamente por el hostil y salvaje mundo, como una regresión a la edad más primitiva, pero con la ventaja de la experiencia adquirida. Sería como volver a la época de las cavernas, pero con varios miles de años de «evolución» encima. Claro que se encontrarían soluciones alternativas para abastecerse de energía y suplir la carencia eléctrica. Pero sin duda, esta carencia causaría cambios significativos en el desarrollo actual humano y en el de las generaciones venideras. ¿Por qué ésta situación un tanto apocalíptica, inesperada, (que considero ideal, y diría, hasta necesaria) me remite al cine de Campusano?, ¿O es a la inversa y su cine es el que me remite a este nuevo y posible estado primitivo y puro? Lógicamente, el nombre «Cine Bruto» no es casual. Y acá, en este punto, se conectan Fango y la situación hipotética que planteo.

Supongamos que la industrialización desaforada es la razón por la que vivimos en una sociedad egoísta, ambiciosa y desinteresada, como es la nuestra. Donde la posesión y el enriquecimiento material (individual) es sinónimo de libertad y éxito. Démoslo por hecho, porque la evidencia está a la vista. Las condiciones culturales=económicas, valga la redundancia, nos condicionan. Ahora imaginemos lo opuesto. Este mundo nuevo, desindustrializado de golpe, y que luego de la crisis, fue forjando una sociedad distinta, basada no en lo material, sino en la solidaridad, la lealtad, la honestidad, el respeto, la amistad, el arte, en definitiva, ¿por qué no?, en el amor y la libertad. Imaginemos ese mundo «feliz» por un momento. Estos valores (de los que depende el futuro del Hombre) considero que son en los que se basa Campusano para hacer cine. Detrás del cuero agrietado y duro, los riffs más potentes y descarriados -mejor dicho, «dentro», en el corazón de los personajes de Cine Bruto-, se encuentra una profunda humanidad. Una humanidad en bruto, claro, sin maquillaje ni caretas, tan real que a veces asusta. Donde lo más importante de todo, lo único que realmente vale, es la Verdad. Bajo esta ley, la mentira, la traición, es penada duramente. Y como sabemos y podemos ver en Fango la violencia sólo trae más violencia, más víctimas inocentes. Claro que la condición social y económica en la que viven los personajes (el área marginal del conurbano bonaerense) tiende a condicionarlos negativamente. Obligados a vivir bajo su propia ley, ya que la escrita (ésa en la que se cagan a diario los policías, diputados, senadores, funcionarios y presidentes) no los ampara de ningún modo, la justicia se hace en el barrio y corre por cuenta propia. Y para que esa justicia funcione, debe estar basada en un rígido código ético. Es el que mantiene El Brujo en la película, Campusano en su cine y, yendo más lejos, el que haría de este hipotético nuevo mundo, uno posible. Sabemos lo duro que es mantenerse de pie en el ojo del tornado, pero de eso se trata, en el peor momento, a punto de cruzar el límite, pensar. Controlar el instinto más salvaje, ese por el cual es convocada Nadia y al que hace referencia su amiga cuando le dice: «¿…Sabés cuál es tu problema?, vos no te controlás, sos fácil de usar…». Se trata de buscar y encontrar el equilibrio entre el instinto y la razón. Entre hacer lo que sentimos y lo que debemos hacer. Porque al encontrar la armonía interna, cada humano podrá estar bien consigo mismo, y consecuentemente, con el resto. Por eso a El Brujo no le molesta que su mujer se acueste con otro tipo, no hay celos de por medio, sino que, guiada por el instinto, el deseo y el placer, se acuesta con un hombre casado. Olvidándose del respeto y la experiencia de vida que nos dice que esas cosas suelen terminar mal. Más que El Indio haya abandonado a la familia, a El Brujo le duele que, en el momento, su mejor amigo le haya ocultado la verdad, ignorando la confianza, la amistad, el camino que han atravesado juntos. A Nadia no le importa que el esposo de su prima le sea infiel, sino que esa infidelidad haya causado la muerte de un niño. Nadia es buena gente, pero odia a los adultos, «ya que lastiman a la gente inocente como a los chicos». Ambos personajes mantienen un código ético casi inquebrantable. Nadia sugestionada en su punto débil, necesita ajusticiar esa criatura muerta, ese niño inocente y lastimado que alguna vez ella misma fue. El Brujo también desea hacer justicia (buscando a su mujer secuestrada), pero guiado no sólo por el instinto (el amor en este caso), sino por la Razón, la sensatez y el respeto. El instinto, en El Brujo, está depositado en el arte, la música, en el Tango Trash. Esa melancolía que llega al límite pero sin cruzarlo. En Nadia, el instinto se deposita en la violencia. No puede controlarse por sí misma y necesita de la contención de Paola. Que, a decir verdad es un personaje muy rico, como una versión femenina de El Brujo. Regida también por un fuerte código moral y sentido de la solidaridad. A pesar de que Nadia haya decepcionado a Paola como mujer, no la ha decepcionado como amiga, y por eso acepta ayudarla. A pesar de tener secuestrada a una persona, ella jamás le negará agua y comida. Y es en esa escena genial dónde Paola le pregunta a la cautiva «¿…Es verdad que sos tan puta como dice Nadia…?», que se confirma esta similitud con El Brujo. Paola necesita saber la verdad. Luego de una breve charla, Beatriz (la mujer secuestrada) confiesa odiar a su hijo. Por no haberlo concebido voluntariamente, no lo amaba, no lo deseaba ni quería, haciendo que saliera igual de «malo» que el padre. Paola, con mucha templanza y antes de irse, le responde: «…Yo, si tuviera un hijo, no me importaría quién es el padre, lo querría igual…Mala madre…». Todo el tiempo se está poniendo a prueba la lealtad, el honor. Esa lucha entre lo que queremos hacer y eso que sabemos que hay que hacer. Y que a veces, por más que no queramos, por más que no lo sintamos, tenemos que respirar hondo y hacernos cargo, por más duro y sacrificado que sea. Y es por esta razón que Paola libera a Beatriz, o bien cuando El Indio, demasiado tarde, asume la responsabilidad de ser padre.

El final es realmente brillante. Porque habiendo intentado recomponer el equilibrio de todas las formas posibles, y viendo que todos sus esfuerzos son en vano, El Brujo termina por perder la cordura. Destruye su guitarra. Y preso del instinto asesino que ha sembrado Nadia y compañía, decide pagar con la misma moneda. La última escena es el reflejo de cómo la lucha por la justicia impulsada por el odio no la gana nunca nadie. Porque después de habernos recontra recagado a palos, cubiertos de sangre y jadeando en el piso, no hemos solucionado nada. Nuestros golpes no han cambiado nada, más que nuestros cuerpos, ahora desfigurados. Y veo en ese final, que considero un final abierto, un atisbo de esperanza. Así como el fénix debe morir ardiendo para renacer, el humano suele romperse la cabeza para aprender algo valioso, y consecuentemente, evolucionar. Por más que el aprendizaje sea duro, el cambio sí es posible. Y en el cine de Campusano veo esa fortaleza necesaria, una honesta intención de cambio, revelar esa verdad bruta que nos ocultan día a día, por televisión, por internet, en la misma industria cinematográfica. Cuando una película «for export made in Argentina» acapara todas las salas y espectadores, se contribuye al entretenimiento vacío, las emociones superfluas, a la gran mentira diaria. Cuando aparece una película como «Vil Romance», «Vikingo» o la reciente «Fango», donde la verdad se muestra sin tapujos, el choque es inminente e induce a la reflexión, en general al rechazo, pero también al cuestionamiento de las normas impuestas, e inclusive a la mismísima función del cine como potente medio expresivo. ¿Debemos acaso entretener o despertar al espectador? Me atrevo a decir que Cine Bruto, fiel a sus principios, lo demuestra en cada película que hacen. Porque, como dice con mucha sabiduría El Brujo: «…Hay cosas que las tenés que hacer en el momento preciso, porque sino después no sirven para nada…».

FANGO

2 pensamientos en “El cambio es Hoy. «Fango» de José Celestino Campusano

  1. buenísimo el artículo porque es brillante la reflexión. Al espectador hay que entretenerlo y despertarlo, lo otro es solo comercio. Enhorabuena

    • En despertar, en sentir una necesidad por despertar la mirada es que pensamos en Hambre. Gracias por tu comentario Albana! Leonardo Zito, el autor del texto, sin duda ha sentido con vigor lo que se teje en la poética de Campusano, gesto que claramente da un aire nuevo a la producción latinoamericana.

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